Summary: | El sistema-mundo construido desde la modernidad se rige por el esquema de la ‘Totalidad’, categoría que, entendida desde Dussel como la universalización impuesta, supone la alienación del no-Ser, la aniquilación de los otros mundos posibles. Este artículo parte de dicha Totalidad, en la que el sujeto (post)moderno privilegiado se erige en el criterio último de verdad y hace de los Otros sus enemigos (calificándoles de ‘bárbaros’, ‘infieles’ o ‘salvajes’, una terminología actualizada bajo las etiquetas de ‘ilegales’, ‘refugiados’ o ‘terroristas’). La identidad que está en juego es ontológica, la que admite únicamente lo igual. Es la identidad reducida a la esencia por la que pasan autores como Hegel, Nietzsche, y Habermas. Pero, como defienden estos párrafos a partir de Lèvinas y Dussel, la finitud del ser humano como humano provoca que la Totalidad no esté nunca perfectamente cerrada. La clave reside en la experiencia alterativa que posibilita la identidad positiva
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