Summary: | La mayoría de los cuerpos heridos o enfermos, innumerables y vulnerados en las más variadas formas posibles, no llegan a trascender, como individuos, al espacio social en el que viven. Sin embargo, algunos cuerpos heridos -a rastras con su dolor, su enfermedad y su impotencia– son asediados por la palabra, se vuelven objetos de una construcción cultural que los va transformando en poemas, representaciones simbólicas, palabra viva. Este ensayo propone un recorrido por la obra póstuma de tres poetas chilenos; tres estéticas; tres opciones escriturales frente a la enfermedad y a la muerte que ponen ante nuestra vista no tanto “el cuerpo herido”, sino las palabras que lo representan y lo describen. Toda enfermedad, toda herida, es una transgresión de las fronteras del espacio corporal, más o menos dolorosa y más o menos profunda, que “abre” el espacio clausurado del cuerpo. Por eso, resulta muy difícil leer los poemas de Diario de muerte, de Enrique Lihn, de Veneno de escorpión azul de Gonzalo Millán o los que integran La universidad desconocida de Roberto Bolaño, sin pensar en las manos humanas y sus modos de lidiar con el dolor.
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